Feb 29, 2012

El acoso escolar – conocido como BULLYING! QUE HACER


Seth, un niño de 10 años, le pedía a su mamá cada vez más dinero para el almuerzo. Sin embargo, parecía estar más flaco que nunca y volvía del colegio con hambre. Resultó que Seth le estaba entregando el dinero del almuerzo a un niño de quinto grado que lo amenazaba con golpearlo si no se lo daba.

Kayla, de 13 años, pensaba que todo estaba bien en su nueva escuela, ya que todas las chicas más populares eran muy agradables con ella. Pero luego descubrió que una de estas chicas había echado a correr rumores sobre ella en un sitio web. Esa noche, Kayla lloró hasta quedarse dormida; además, comenzó a ir a la enfermería quejándose de dolores de estómago, para evitar encontrarse con estas chicas en la sala de estudio.

Por desgracia, el tipo de comportamiento agresivo (que se conoce como bullying en inglés) que Seth y Kayla sufrieron es una práctica muy difundida. En las encuestas nacionales, la mayoría de los niños y los adolescentes afirman que esta práctica tiene lugar en su escuela.

Los enfrentamientos en la escuela pueden convertir algo tan simple como el recreo o el camino hacia la parada del autobús en una pesadilla para los niños. Los comportamientos agresivos hacia un niño pueden dejarle cicatrices emocionales profundas que duran toda la vida. Y en casos extremos, pueden culminar en amenazas violentas, daño a la propiedad o en heridas graves en una persona.

Si su hijo es víctima de estos ataques, existen formas de ayudarlo a enfrentar esta situación día a día y a disminuir el impacto duradero que tengan sobre su vida. Y aun cuando esta situación no sea un problema en su casa en este momento, es importante conversar sobre el tema con sus hijos, para que estén preparados en caso de que les toque enfrentarla.





¿En que consisten los comportamientos agresivos (bullying)?
La mayoría de los niños han sido fastidiados por un hermano o por un amigo en cierto momento. Esto no suele resultar dañino si se hace con un espíritu de juego, amigable y de común acuerdo, y ambos niños lo encuentran divertido. Pero cuando el hecho de fastidiar a alguien se convierte en algo hiriente, cruel y constante pasa al terreno del comportamiento agresivo (bullying) y debe dejar de ocurrir.

El comportamiento agresivo (bullying) consiste en atormentar a alguien física, verbal o psicológicamente de manera intencional. Puede abarcar desde golpes, empujones, insultos, amenazas y burlas hasta la extorsión para quedarse con el dinero o los bienes más preciados de alguien. Algunos niños rechazan a otros y echan a correr rumores sobre ellos. Otros recurren al correo electrónico, las salas de chateo, los mensajes instantáneos, los sitios web de redes sociales y los mensajes de texto, para burlarse de alguien o herir sus sentimientos.
Es fundamental darles a estos comportamientos agresivos (bullying) la importancia que tienen y no hacer caso omiso de ellos pensando que se trata de una situación que los niños deben enfrentar. Las consecuencias de esta práctica pueden ser graves y afectar la autovaloración de los niños y sus futuras relaciones. En los casos más graves, esta práctica ha contribuido a generar situaciones trágicas, como los tiroteos en las escuelas.



¿Por qué los niños se convierten en agresores?
Los niños muestran comportamientos agresivos por varias razones. En ocasiones, se meten con alguien porque necesitan una víctima —alguien que parece más débil emocional o físicamente, que tiene un aspecto distinto o que actúa de manera diferente— para sentirse más importante, populares o a cargo del control. Aunque en ciertos casos los niños que se comportan de manera agresiva son más grandes o más fuertes que sus víctimas, esto no siempre es así.

A veces, los niños atormentan a otros porque ellos mismos han sido tratados de esa manera. Es posible que piensen que su comportamiento es normal porque provienen de familias u otros entornos donde las personas suelen enojarse, gritarse o insultarse. Algunos populares programas de televisión incluso parecen promover la maldad: la gente recibe votos en contra, es rechazada o se la ridiculiza por su aspecto o su falta de talento.

¿Cuáles son los síntomas de que un niño está siendo agredido por otros niños?

Salvo que su hijo le cuente que es víctima de agresiones —o que tenga lastimaduras o heridas visibles—, puede ser difícil darse cuenta de lo que está sucediendo.

Sin embargo, existen algunas señales de advertencia. Quizás usted note que su hijo se comporta de forma diferente o parece angustiado, que no come ni duerme bien ni realiza aquellas actividades de las que suele disfrutar. Cuando los niños parecen malhumorados o se enojan más que lo habitual, o cuando empiezan a evitar ciertas situaciones, como tomar el autobús para ir a la escuela, es posible que sean víctimas de algún niño que los está agrediendo.

Si usted sospecha que su hijo está siendo agredido pero él se muestra reacio a confesarlo, trate de encontrar la forma de sacar el tema de manera indirecta. Por ejemplo, alguna situación que ven en un programa de televisión puede servir de disparador para la conversación, y usted puede preguntarle a su hijo qué piensa al respecto o qué cree que debería haber hecho esa persona. Esto podría llevar a las siguientes preguntas: “¿Alguna vez fuiste testigo de una situación similar?” o “¿Alguna vez te sucedió algo parecido?”. Tal vez, usted quiera hablar acerca de alguna experiencia propia o de la que vivió algún integrante de su familia a esa edad.

Hágale saber a su hijo que si alguien lo está agrediendo —o si ve que eso le ocurre a otro niño—, es importante que lo hable con alguna persona, ya sea con usted, con otro adulto (un maestro, un consejero escolar o un amigo de la familia), o con un hermano.



¿Cómo ayudar a los niños?

Si su hijo le cuenta acerca de un episodio de agresión, concéntrese en brindarle consuelo y apoyo, más allá de cuán molesto se sienta usted. Los niños suelen mostrarse reacios a contarles estos episodios a los adultos, ya que les generan incomodidad y vergüenza. A ellos les preocupa que sus padres puedan sentirse decepcionados.

En ocasiones, los niños sienten que ellos son culpables, que si hubieran actuado de manera diferente o hubieran tenido otro aspecto, eso no estaría sucediendo. A veces, tienen miedo de que los agresores descubran que ellos hablaron y la situación empeore. En ciertos casos, les preocupa que sus padres no les crean o no hagan nada al respecto, o que los alienten a pelear contra los agresores, una situación que a ellos les da miedo.

Felicite a su hijo por su valentía al hablar de lo que está sucediendo. Recuérdele que no está solo, ya que muchos niños sufren las agresiones de sus compañeros en algún momento. Haga hincapié en que es el agresor el que se comporta mal, no su hijo. Asegúrele que juntos encontrarán la solución para este problema.

En ocasiones, un hermano o un amigo mayores pueden ayudar a afrontar esta situación. Tal vez a su hija le ayude escuchar que su hermana mayor, a quien idolatra, fue víctima de burlas a causa de sus aparatos y cómo enfrentó la situación. Un hermano o un amigo mayores quizá puedan darle a usted una opinión sobre lo que está sucediendo en la escuela, o cualquier otro lugar donde ocurran las agresiones, y ayudarlo a encontrar la mejor solución.

Tome en cuenta el hecho de que las agresiones pueden empeorar si los agresores descubren que su hijo le contó acerca de lo sucedido. En ocasiones, resulta útil hablar con los padres del agresor. En otros casos, es mejor contactar primero a los maestros o los consejeros. Si a pesar de haber hablado con ellos usted sigue teniendo ganas de acercarse a los padres del agresor, es mejor que lo haga en un contexto donde un funcionario de la escuela, como el consejero, pueda actuar de mediador.

En muchos estados existen leyes y políticas referidas a estos comportamientos agresivos. Averigüe cuáles son las leyes que rigen en su comunidad. En algunos casos, si está muy preocupado acerca de la seguridad de su hijo, puede necesitar ponerse en contacto con las autoridades jurídicas.

Consejos para los niños

La clave para ayudar a los niños es proporcionarles estrategias que les permitan afrontar los comportamientos agresivos de otros niños a diario y que también contribuyan a que recuperen su autoestima y su dignidad.

Quizá resulte tentador aconsejarle a un niño que devuelva la agresión. Después de todo, el sufrimiento de su hijo le produce enojo y tal vez a usted le hayan enseñado a defenderse solo cuando era joven. Además, es probable que le preocupe que su hijo siga sufriendo a mano de los agresores.

Sin embargo, es importante aconsejarles a los niños que no respondan a los agresores con otra agresión. Esto puede terminar en más violencia, problemas y en que alguien salga lastimado. En cambio, es mejor alejarse de la situación, estar con otros niños y contarle a un adulto.

Éstas son algunas estrategias para compartir con sus hijos, las cuales pueden ayudar a mejorar la situación y ayudarlos a sentirse mejor:

Evitar las agresiones y recurrir al sistema de los amigos. Ir a otro baño si hay algún agresor cerca y no acercarse al armario donde guardan sus cosas cuando no hay nadie en las proximidades. Asegurarse de estar acompañados cuando aparece un agresor. Estar cerca de un amigo en aquellos lugares donde haya un agresor: en el autobús, en los pasillos o durante el recreo. Hacer lo mismo por un amigo.

Contener el enojo. Es natural molestarse por las agresiones, pero eso les sienta de maravillas a los agresores, porque los hace sentirse más poderosos. Es importante que los niños no lloren, ni se pongan rojos, ni se enojen frente a la agresión. Aunque esta habilidad requiere mucha práctica, es útil para mantenerse fuera del alcance del radar del agresor. En ocasiones, los niños descubren que les sirve practicar algunas estrategias para calmarse, como contra hasta diez, escribir palabras que reflejen su enojo, respirar hondo o alejarse. A veces, lo mejor es enseñarles a los niños a “poner cara de póquer” hasta que estén a salvo de cualquier peligro (sonreír o reírse quizá resulten una provocación para el agresor).

Actuar con valentía, alejarse e ignorar al agresor. De manera firme y clara, los niños deben decirle al agresor que se detenga y, luego, alejarse. Es necesario que pongan en práctica algunos recursos para ignorar los comentarios hirientes, como no mostrar interés o mandarle un mensaje de texto a alguien con el teléfono celular. Al ignorar al agresor, los niños están demostrando que no les interesa. Con el tiempo, es posible que el agresor se aburra de intentar molestarlos.

 Contarle a un adulto. Los maestros, los directores, los padres y el personal del comedor escolar pueden ayudar a frenar las agresiones.

Hablar sobre el tema. Los niños deben conversar con alguien que les inspire confianza, como un consejero escolar, un maestro, un hermano o un amigo. Estas personas quizá puedan darles algunos consejos útiles, y aunque no puedan resolver la situación, los ayudarán a sentirse menos solos.

Eliminar los incentivos. Si el agresor les pide a los niños el dinero que llevan para el almuerzo, ellos deben empezar a llevar su comida ya lista. Si intenta apoderarse de su equipo de audio, es importante que no lo lleven a la escuela.

Tender la mano
En casa, usted puede limitar el impacto que provocan las agresiones. Aliente a sus hijos a que se reúnan con amigos que los ayuden a tener confianza en sí mismos. Ayúdelos a conocer a otros niños anotándolos en algún club o en un programa de deportes. Y encuentre actividades que contribuyan a que se sientan fuertes y confiados. Tal vez, una clase de defensa personal, como karate, o algún otro tipo de gimnasia.

Y sólo recuerde lo siguiente: a pesar de lo irritantes que puedan ser estas situaciones de agresión para usted y su familia, existen muchos recursos y personas disponibles para ayudarlo.
Revisado por: Michelle New, PhD