Canadá Sergio Sarmiento
"Dios ha hecho de Canadá una nación que no puede ser destruida, excepto por sí misma".
Norman Angell
TORONTO,
CANADÁ.- Si Canadá no existiera, alguien tendría que inventarlo. Es un
país que demuestra la prosperidad que puede alcanzar una nación que ha
optado por un sistema de libre empresa, pero que ha aplicado elementos
de una economía social. A primera vista las ciudades y el campo de
Canadá no se distinguen mucho de los de Estados Unidos, pero las
diferencias son enormes cuando se observa con mayor detenimiento.
Canadá
es un país rico. Su Producto Interno Bruto per cápita, según el FMI, es
de 38 mil 951 dólares de Estados Unidos, el cual supera al de países
europeos como Francia (35 mil 404 dólares) o Alemania (35 mil 204).
Queda, sin embargo, por debajo de Estados Unidos (44 mil 190), Suiza (51
mil 771) o Irlanda (52 mil 440).
Dentro
de Canadá hay diferencias muy notables en la situación de las
provincias ricas, como Alberta y Ontario, y las pobres, como Terranova y
Nueva Brunswick. Pero el país registra una menor desigualdad social que
Estados Unidos. Se percibe una mejor integración de etnias y culturas
y, por lo tanto, una menor tensión social. La violencia y el crimen son
también muy inferiores en las ciudades canadienses que en las
estadounidenses de igual tamaño, aunque no deja de ser curioso que el
deporte nacional sea el hockey sobre hielo, el cual se caracteriza por
una violencia muy superior a la de otros deportes.
Mientras
que en Estados Unidos ha habido siempre un esfuerzo para fusionar a las
distintas culturas en el llamado melting pot o crisol, Canadá ha
buscado más bien crear un mosaico. Las distintas comunidades de Canadá
preservan muy claramente su carácter: no solamente los
francocanadienses, con raíces que se remontan a los colonos originales
del siglo 17, sino también los amerindios, los innuit (esquimales) y los
inmigrantes de distintos lugares del mundo. La provincia francófona de
Québec ha manifestado por generaciones una voluntad de separación; pero
cuando ha llegado el momento de decidir el asunto en referéndum, los
quebequenses se han pronunciado, aun cuando por escaso margen, por
permanecer en la Federación.
Canadá
es un país de clara vocación capitalista. La producción es
responsabilidad de la iniciativa privada. No sólo las manufacturas y los
servicios son privados, también lo son la explotación petrolera y la
minería. Las restricciones a la inversión extranjera son mínimas. De
hecho, Canadá es un excelente país para invertir. Las grandes empresas
canadienses, por otra parte, llevan a cabo operaciones en todo el mundo y
rara vez dejan que la ideología se interponga con un buen negocio. En
contraste con las empresas estadounidenses, vedadas de operar en Cuba,
las canadienses han invertido fuertemente en la isla, incluso en el
desarrollo de yacimientos petroleros.
La
función del Estado, sin embargo, es muy importante en esta economía
capitalista. Los servicios sociales proporcionados por el Gobierno son
sólidos y extensos. Un amplio y costoso sistema de comunicaciones y
transportes ha logrado generar un sentido de unidad nacional en un país
cuyos ciudadanos tienen con frecuencia más contacto personal con los
estadounidenses que viven a lo largo de la frontera que con otros
canadienses dispersos en el enorme territorio nacional.
Una
de las características más distintivas de la vida en Canadá es su
sistema de atención médica, el cual es público y universal. Cuando
algunos grupos políticos en Estados Unidos han tratado de promover la
adopción de un sistema médico como el canadiense, las asociaciones de
médicos y hospitales se han negado a aceptar lo que consideran como una
"medicina socialista". Los canadienses, sin embargo, se muestran muy
satisfechos con su sistema de salud.
Como
otros países del mundo, Canadá tuvo en los años setenta un periodo de
mayor intervención del Estado en la economía. Desde la década de 1980,
sin embargo, la tendencia ha sido de liberalización. El Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos de 1987, posteriormente ampliado a México
en 1994, marcó el inicio de un proceso que llevó a Canadá a convertirse
en una de las economías más abiertas del mundo. El manejo de las
finanzas públicas, por otra parte, se hizo más cuidadoso, sin importar
el partido político en el poder. El resultado es que en los últimos años
Canadá ha tenido tasas de crecimiento que superan a la media de los
países industrializados y ha disminuido de manera importante su
desempleo y su pobreza.
Los
canadienses no parecen obsesionados con ser el país más rico o más
poderoso del mundo. Si bien otras naciones los superan en ingreso per
cápita, ellos se precian de tener una mejor calidad de vida, en
particular que los estadounidenses. Su sistema de salud es parcialmente
responsable; pero quizá más importante es el poco crimen que registran
sus ciudades. Los canadienses saben que en Canadá se vive bien. De
hecho, es uno de esos países que, si no existieran, habría que inventar.
Innovación
La
mayor amenaza a Canadá no viene de fuera sino de sí misma. Su mismo
alto nivel de vida hace que los canadienses se refugien en la
mediocridad. Un informe del Conference Board de Canadá señala que "este
país está teniendo un desempeño muy malo en el área crítica de la
innovación". Y esto significa "ausencia de creatividad y decisiones de
inversión". El conservadurismo le ha servido muy bien a Canadá en muchos
aspectos. Pero en un mundo cada vez más competitivo, la innovación es
una exigencia cada vez mayor.
Articulo escrito en Junio, 2007
Columna Jaque Mate